Las cuevas de Lummelunda son una de las atracciones más populares de Gotland. Le asombrará el trabajo de la Madre Naturaleza: las mágicas cavidades, las impresionantes estalactitas y los fósiles. Hay una visita guiada especial a la cueva que le llevará a las profundidades del inframundo a través de estrechos agujeros y lagos subterráneos. Junto a las cuevas, hay un sendero de origen geológico que atraviesa una hermosa campiña.

En 1928, Hub y Wim van Doorne abrieron las puertas de la Fábrica de remolques Van Doorne (DAF). Los visitantes al taller se sentirán transportados en el tiempo a la década de los 30. Visita obligada para aficionados.

Pasee por City Walk, el moderno distrito comercial al aire libre de Dubái. Este elegante espacio urbano cuenta con una excelente variedad de boutiques, centros de entretenimiento y restaurantes, con algunos escaparates inspirados en las calles de Londres. Disfrute de zonas de entretenimiento como The Green Planet y Roxy Cinemas, o relájese en la terraza del jardín de La Ville Hotel. Con una impresionante vista del horizonte que incluye el Burj Khalifa, City Walk es un lugar perfecto para salir de día o de noche.

Los beaterios de Flandes y Holanda siguen siendo oasis de silencio y tranquilidad, en los que uno casi espera ver aparecer en cualquier momento a una beata murmurando oraciones. En Gante, dos de los tres beaterios están incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Si bien el Antiguo Beaterio de Santa Isabel, en torno al actual parque de Begijnhofdries, ya no está circundado por un muro y ahora es una parte más de la ciudad, su ambiente sigue siendo único. Hoy en día, este lugar es conocido como ‘espacio sacro de tolerancia’, ya que cuenta con tres iglesias de tres denominaciones distintas: una católica, una ortodoxa y una protestante. De prado de clareo a huerto arbolado Este beaterio abierto se convirtió en el siglo XIII en lo que podría llamarse una capital de beguinas, con una iglesia, la casa de la superiora, una enfermería, una capilla, más de cien casas de beatas, un prado de blanqueo (superficie de hierba para poner la ropa al sol para que se blanquease) y un huerto de frutales. Tras la Revolución Francesa y la creciente industrialización, en 1873 los residentes se mudaron a su nuevo beaterio en Sint-Amandsberg.